Leyenda y vida del ahuejote, árbol milenario de Xochimilco

Sobre el ahuejote en Xochimilco

Pocas ciudades tienen la fortuna de contar con una historia tan apasionante sobre su vegetación, flora y fauna, como la Ciudad de México. Una indagación señalaría en principio a la antigua Tenochtitlan, y a partir de allí, uno puede perderse en el enorme cúmulo de información existente, y aún así, quedarían dudas por doquier.

En este artículo, sin embargo, el enfoque es ni más ni menos que el milenario árbol del ahuejote. Endémico de la Cuenca de México, férreo sobreviviente de la urbanización de Ciudad de México, aún conserva su esencia de ramas que apuntan hacia el cielo.

De hecho, recientemente el gobierno de la Ciudad de México remodeló la Glorieta de la Palma, la cual estaba precisamente decorada con una palma en el centro, y que fue relevada por un árbol de ahuejote. Habrá que preguntarse cuáles fueron los motivos del gobierno, más allá de sus caprichos.

Revisemos la leyenda del ahuejote.

Leyenda del ahuejote en Xochimilco

Las leyendas son parte inherente de las culturas prehispánicas. Ellas explican formas de vida, creencias, y cosmología. Formar parte de una leyenda es señal verdadera de importancia en la cultura.

Narra la leyenda que,

En el principio, Chachiutlicue, compañera de Tláloc y hermana de Quetzalcóatl, se sublimó como diosa del sol para dar calor y vida a los hombres de la tierra, a los macehuales. Fue un sol tranquilo, un sol de cabellos blancos. Fue entonces que se formó el apacible y hermoso lago de aguas dulces y aguas saladas que alimentaba a los tulares, a los chacaltules, a las espadañas de esta tlalli, que al transcurrir el tiempo sería el vasto territorio de México-Tenochtitlán, en cuya ribera sureste habríanse de establecer primeramente los xochimilcas llegados de Aquilazco (Cordero: 1992)..

Recordemos bien que los xochimilcas se establecieron en el año 989 de nuestra era, aproximadamente. Y que las tierras que cultivaron en el futuro fueron otorgadas por merced de los chichimecas. En ese contexto, cuando la gran Tenochtitlán aún era joven, nació la leyenda del ahuejote, relacionado con el dios del viento y del agua, Quetzalcóatl:

cuando los dioses vieron que el cielo había caído sobre la tierra y por ende ya no alumbraba… acordaron levantar al cielo y ordenaron llevarlo a su sitio… Los dioses del Omeyocan convinieron construir cuatro caminos en la tierra para entrar por ellos y alzar el cielo. Para que les ayudaran crearon cuatro hombres; Cotémoz, Itzcóatl, Iznarlli y Tenesuche, entonces Quetzalcóatl y Tezcatlipoca descendieron de su plano estelar hacia el inframundo, para convertirse en árboles: Quetzalcóatl se convirtió en el árbol llamado Quetzahuéxotl, el sauce de pluma verde de esmeralda; el huexote precioso como ave de pluma verde que desciende y se hunde en la tierra negra (Cordero: 1992).

Es decir, el gran ahuejote es la propia reencarnación de Quetzalcoatl, según la versión de la leyenda Xochimilca.

Para los xochimilcas, la chinampería fue una de sus máximas formas de vida. El ahuejote forma parte de ese paisaje natural que data desde hace más de 1,000 años.

Actualmente aún hay árboles de ahuejote en Xochimilco. Si decides pasear por sus majestuosos canales, te encontrarás con Quetzalcóatl.

Bibliografía:

Cordero, R. (1992). Mitos y leyendas de XochimilcoLeyenda.

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